Hace unos días se llevó a cabo el Día B 2022, que para quienes no están enterados, es un evento que busca destacar a aquellas empresas que tienen un compromiso con la sociedad y el medio ambiente y que con sus acciones generan un impacto positivo en la comunidad que les rodea. Bajo el lema “Más marcas, menos huellas” se desarrollaron una serie de charlas y paneles con el objetivo de inspirar e informar sobre buenas prácticas de sostenibilidad y sustentabilidad.
Se volvió bastante común escuchar sobre el calentamiento global, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y muchos temas que reflejan el estado actual de nuestro planeta, es algo que no podemos negar, de hecho, somos testigos de lo que ocurre, no es normal que en nuestro país, ya cerca del mes de noviembre, tengamos temperaturas de 10 ˚C.
Un simple debate sobre estas cuestiones no nos lleva a ningún lado; las palabras no son más que eso, cualquier intención, por más buena que sea, no sirve de nada hasta que se materializa.

Dicho esto, es un buen momento para introducir una de las reflexiones que resonaron en el Día B, la diferencia entre una huella y una marca. Josefina Bauer, Presidenta de Sistema B Paraguay, mencionaba que una huella es algo que se pierde en el tiempo, que comparando con nuestro ejemplo, serían las palabras, en cambio, una marca representa un hito difícil de olvidar, algo que perdura y no se pierde fácilmente.
No hay manera de caminar por la tierra sin dejar una huella, todo lo que hacemos altera o varía el estado de las cosas. Es así que las palabras pueden inspirar, enojar y generar una infinidad de sentimientos, pero para dejar una marca debemos llevar esas palabras a la acción, convertirlas en un medio para transformar nuestra realidad y causar un impacto en el entorno que nos rodea.
Bajo esa premisa existe un pensamiento que viene desde hace mucho tiempo, una creencia bastante popular que dice que lo que hacemos es demasiado pequeño como causar un cambio, que ese cambio debe darse únicamente desde las grandes empresas. Con esto se hace pertinente introducir un segundo concepto, el efecto mariposa, una metáfora que dice que el aleteo de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo.
Otro punto relacionado a esta creencia es la teoría del caos, dicha teoría propone que si imaginamos dos mundos idénticos, donde lo único que los diferencia es el acontecimiento de una variable casi insignificante, con el paso del tiempo esta pequeña diferencia puede provocar que ambos mundos se diferencien cada vez más y más, hasta resultar prácticamente imposible determinar que una vez fueron el mismo.

Existen estudios que respaldan que ciertos cambios hacen la diferencia, asumir que lo que hacemos no es suficiente es negarnos la posibilidad de quizás ser parte de los salvadores del planeta, un giro de 180˚ no es algo que ocurre de la noche a la mañana.
Posiblemente hoy sintamos que separar nuestros residuos no valga la pena, que los que utilizamos bolsas de tela seamos una minoría, que reemplazar nuestras botellas de plástico de un solo uso por botellas reutilizables no rinda frutos, que gastar un poco más en productos que vienen de empresas que aplican prácticas regenerativas sea un desperdicio de dinero pero si nos hacemos estos mismos cuestionamientos dentro de 10 años ¿seguirán teniendo la misma connotación? No olvidemos que los grandes cambios a veces empiezan con actos pequeños, que no estamos solos en esta lucha y con el tiempo todas nuestras prácticas eco-friendly darán resultados.